jueves, 21 de julio de 2011

Para que no me olvides...

21/07/2011 .Por: Augusto Álvarez Rodrich

Inauguraciones del estribo y contra el reloj.

A un ritmo de sesenta obras por inaugurar en los últimos cuarenta días, es decir, una y media celebraciones de apertura cada veinticuatro horas, el presidente Alan García ha previsto una despedida a lo grande, de rompe y raja, que parece inspirada en el bolero ‘para que no me olvides, ni siquiera un momento’.

El menú incluye el Cristo del Morro Solar, el Metro de Lima, el Teatro Nacional, el Hospital del Niño y, entre varios otros proyectos, el Estadio Nacional. A algunas obras, sin embargo, le faltan algunas ‘cositas’ para estar plenamente terminadas, como trenes al Tren o baños al estadio, pero estas minucias no lleva a perder el entusiasmo por la celebración del estribo.

Un caso extremo de estas obras inconclusas ha sido el Hospital Regional de Ica, que anteayer fue el escenario de una inauguración algo extraña porque, cuando se apareció por ahí el presidente García, se dieron con la sorpresa –periodistas y mandatario– de que no tenía equipos ni agua potable.

Cuando la prensa que asistió al evento puso cara de ‘¡plop, exijo una explicación’, el jefe del Estado debió lanzar, seguramente como broma para salir del embrollo, una explicación tan sorprendente como la siguiente: “Este hospital empezará a funcionar cuando se enfermen las personas (…) Los periodistas son los primeros que serán atendidos en emergencia”.

Pero mientras los primeros enfermos van llegando al lugar de los hechos, y seguramente para ir ganando tiempo en esa fiesta inolvidable, la ceremonia no pudo evitar la realización de la tradicional develación de la placa para inmortalizar el nombre del presidente que encargó la obra y que, por esas cosas del destino, no pudo ser terminada, pero qué más da, para qué perderse en esos detalles. Abran el champancito, hermanitos.

Mal no le está yendo al presidente García con la inauguración de obras inconclusas pues ha logrado que su aprobación crezca en diez puntos porcentuales hasta llegar a 42%, que será la cifra con la que se recordará su gobierno.

Ramón Castilla, Augusto B. Leguía, Manuel A. Odría o Alberto Fujimori son solo algunos ejemplos de jefes de Estado preocupados por establecer el criterio de medición del éxito de un gobierno en bolsas de cemento usadas. La población, por su parte, coincide con esa visión, lo cual conforma un círculo vicioso por el entusiasmo cementero.

Quizá ya sea tiempo de educar a la población –con los libros de historia, por ejemplo– para que se entienda que el cemento es relevante pero también las instituciones y que las obras más importantes son las que su ejecución trasciende a varios gobiernos.



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