lunes, 25 de julio de 2011

¿Contentar a todos? 24.07.2011

Los nombres de ministros anunciados hasta el momento por el presidente electo buscan contentar a diestra y siniestra. Podrían terminar disgustando a muchos.

El
impresionante bajón de casi treinta puntos en la encuesta de Apoyo (de 70% a 41%) puede haber influido en la decisión de Ollanta Humala para designar a Luis Miguel Castilla como ministro de Economía y dar una clara señal de que se mantendrá la política económica de los últimos años, que ha permitido el crecimiento más importante que ha tenido el Perú en su historia reciente.

Con
Julio Velarde ratificado como presidente del Banco Central de Reserva, Humala busca despejar las dudas que han paralizado la inversión privada en los últimos meses.

Pero a su vez, implica defraudar a sus votantes, a quienes había prometido un cambio radical de la política económica “neoliberal”.

Sin escrúpulos

Hace apenas dos semanas Humala envió a los principales miembros de su equipo económico a criticar al gobierno saliente y culparlo del enfriamiento de la economía. Y pocos días después nombró a dos de los principales responsables de esa política para hacer lo mismo en el gobierno que se instalará el 28 de julio.

Es otra muestra de la conducta del presidente electo, que muchos prefieren ignorar,
pero que constituye una característica distintiva de su personalidad.

Utilizó a su equipo económico para tratar de desviar la atención del escándalo generado por su hermano Alexis, creando un debate sobre la economía.
E inmediatamente los dejó fuera de juego, en una situación desairada, al ratificar en sus cargos a los responsables de la política económica actual.

Los usó y los descartó con una facilidad asombrosa
.

Eso, para algunos, es muestra de una gran habilidad, de la típica “viveza criolla”. En realidad, es una forma de actuar que puede darle resultados al que la utiliza durante un tiempo, pero al final termina
destruyendo la confianza y credibilidad.

Un militar en Defensa

Uno de los compromisos que adquirió solemnemente Humala, jurando sobre la Biblia y en presencia de los autodenominados garantes, fue poner civiles al frente de los Ministerios de Defensa e Interior.

Ya incumplió la promesa al designar al general (r) Daniel Mora como ministro de Defensa.

Mora fue uno de los acólitos del general Nicolás de Bari Hermoza Ríos. En 1998, Vladimiro Montesinos echó a Hermoza y sus allegados, entre ellos a Mora. Fue un enfrentamiento entre dos mafias al interior del Ejército.


La indispensable reforma de las Fuerzas Armadas fue abandonada por los gobiernos de Alejandro Toledo y Alan García, que no permitieron que Aurelio Loret de Mola y Allan Wagner completaran su trabajo.

Ahora, teniendo un militar con claras tendencias autoritarias como presidente, era más necesario aún contar con un civil, como los mencionados, en Defensa.

Porque una de las tentaciones de Humala será la de utilizar a las Fuerzas Armadas como un instrumento de poder político.


Con un militar oportunista e incompetente como Mora en Defensa, Humala podrá avanzar en ese camino.

Como Mora carece de ideas y de perspectivas –su único interés es aprovecharse del cargo y el poder–, será un instrumento dócil de Humala y su operador, el coronel (r) Adrián Villafuerte. (Sobre la relación entre Villafuerte y los hermanos Antauro y Ollanta Humala ver “El nexo entre el coronel Adrián Villafuerte y Ollanta Humala”, Daniel Yovera, Diario16, 19.7.11).

En suma, con Mora en Defensa se puede descartar cualquier posibilidad de reforma, modernización o profesionalización de las Fuerzas Armadas. Peor aún, tampoco se puede esperar un cambio de la política antisubversiva diseñada y aplicada por los militares en el VRAE a lo largo de este gobierno, que ha tenido desastrosos resultados.

En efecto, luego de más de cuatro años de control militar y de operaciones en esa zona, los militares han sufrido un rosario de derrotas, que se cuantifican en unos
sesenta efectivos muertos, numerosos heridos, un helicóptero derribado y muchísimas armas capturadas por Sendero Luminoso, que se ha fortalecido y expandido su radio de acción, contrariamente a la versión oficial.

Además de la galopante corrupción, que va desde los cupos cobrados al narcotráfico hasta la venta de combustible para la fabricación de la droga.


Esta situación, con Mora al frente, probablemente se agravará.

Traicionar a los electores

Engañar a los votantes es la norma, no la excepción en el Perú. Pero hay grados. Humala está sobrepasando los límites,
superando incluso a Alberto Fujimori que en 1990 triunfó con una postura de centro izquierda e hizo un gobierno de derecha.


Humala era mucho más radical que Fujimori en campaña, a pesar de los cambios de último momento. Creó expectativas desmesuradas, generó ilusiones exageradas. Y ahora va a defraudarlas.

Y no se trata solamente de mentiras obvias de campaña, como el balón de gas a 12 soles o la lucha a fondo contra la corrupción, sino de la creencia de grupos radicales, incluyendo a varios presidentes regionales, de que con Humala en el poder sus demandas extremistas serían satisfechas de inmediato.

Tal como van las cosas, eso no va a suceder y el próximo gobierno tendrá que enfrentar muy pronto movilizaciones y desórdenes sociales. ¿Cómo los enfrentará? ¿Con más promesas? ¿Cederá a todos los reclamos? ¿Reprimirá a sus votantes? ¿Impondrá la ley y el orden o permitirá el desorden y el caos?

Es muy fácil en la oposición alentar las manifestaciones y los bloqueos de carreteras, y apelar a la palabra mágica, “diálogo”. En la práctica, es muy difícil resolver los conflictos y contentar a todos.

Hasta ahora el equipo de Humala no parece tener ni las ideas ni las habilidades necesarias para ello.

Por Fernando Rospigliosi

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