sábado, 23 de octubre de 2010

INTEGRIDAD, HONRADEZ Y VOCACIÓN DE SERVICIO. VIVIR LA VIDA CON VALORES

INTEGRIDAD, HONRADEZ Y VOCACIÓN DE SERVICIO
Vivir la vida con valores
Por: Beatriz Merino Defensora Del Pueblo
Sábado 23 de Octubre del 2010


En la actualidad, cuando muchos peruanos afrontan con cinismo o pesadumbre su vida cotidiana, es preciso citar a Goethe, el gran escritor alemán del siglo XVIII, quien nos advierte en su célebre “Fausto” que no merece disfrutar ni de la libertad ni de la vida quien no sepa reconquistarlas todos los días.
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De este modo, el autor nos enseña que una vida es digna de ser vivida solo con un esfuerzo permanente.
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Para hacerlo, así como se construye un alto edificio, necesitamos una piedra angular que brinde soporte a su altura y armonía a la edificación. Esa piedra angular está constituida por nuestros valores.
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¿Cuáles son los valores para vivir una vida digna de tal nombre?
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La integridad, la honradez y la vocación de servicio.
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La primera nos permite decir lo que pensamos y hacer lo que decimos. Nos torna deudores de nuestra palabra empeñada y nos mueve a ejercer nuestras acciones según nuestras creencias personales. Cuando no somos íntegros –es decir, cuando pensamos una cosa, decimos otra y hacemos una tercera distinta a las dos anteriores– nos traicionamos en lo más profundo de nuestro ser. No tenemos principios o, si los tenemos, no nos importan; nos volvemos cínicos y nadie confía en nosotros. “Odio, como las puertas de la muerte, al hombre que dice una cosa, pero oculta otra en el corazón”, exclama el angustiado Aquiles en “La Ilíada”. La integridad nos procura la seguridad de ser nosotros mismos y, al ser los primeros en respetar lo que pensamos y actuar en consecuencia, ganamos el respeto de los demás.
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La honradez consiste en realizar cada acto de nuestra vida con transparencia. La honradez expresa respeto por uno mismo y por los demás, implica comprometerse con la verdad, expresa la disposición de vivir a la luz, tiñe la vida de apertura, confianza y sinceridad. Se opone a la deshonestidad, que representa el desprecio por el prójimo, que busca la sombra y el encubrimiento, que sobrevive y medra en la oscuridad. Si la honradez, al igual que la libertad, nos define como seres humanos, se debe mantener como una postura ética, no por mezquina conveniencia o satisfacción egoísta –que son, ambas, el festín de los aduladores–, sino porque informa a todos la clase de persona que somos, haciéndonos confiables. “La honestidad es mejor que toda política”, señaló, con perspicacia, Kant.
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La vocación de servicio es el tercero de los valores que nos permiten vivir con dignidad. Servir a los demás no nos hace inferiores. Por el contrario, revela nuestro compromiso con el otro y nos hace solidarios con sus problemas. Es la tarea más relevante, pues denota desprendimiento, entrega, altruismo y búsqueda de una mejor calidad de vida para todos.
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Esa vocación de servicio no está reñida con el óptimo beneficio empresarial. Ludwig von Mises enseña en “La acción humana” que el empresario más exitoso será aquél que sirva de mejor manera a sus consumidores. Esto es visible en las sociedades que han alcanzado el bienestar –gracias a su defensa de la libertad, el Estado de derecho y la economía de mercado–, que son las más solidarias que existen: en ellas, las horas dedicadas al servicio comunitario son las más altas del orbe.
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Estos tres valores, ejercidos con energía y prudencia, configuran nuestro carácter y le confieren una extraordinaria fuerza. Si somos honestos con nosotros mismos, lo seremos con los demás y arribaremos, sin duda, a asumir la consecuencia de nuestros actos, lo que equivale a vivir sujetos a un deber inevitable, la responsabilidad.

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