sábado, 25 de diciembre de 2010

Navidad en la pobreza

Navidad en la pobreza

Para muchos hogares peruanos, esta Navidad no se diferenciará de las anteriores. Hemos mantenido la democracia, que no es poco, y hemos capeado la crisis, pues el país ha recuperado un buen ritmo de crecimiento del PBI. Pero ya se sabe que las cifras en azul de la macroeconomía no se traducen en bienestar para las mayorías, que pasarán este día como otro más en su sacrificada lucha por la sobrevivencia. 39% de los peruanos son pobres, lo que significa 12 millones de personas.

Gustavo Gutiérrez, en una hermosa reflexión navideña que siempre recordamos, habla de una vieja y arraigada pobreza, la peor y más resistente pandemia que amenaza al pueblo peruano. Y añade que esta situación atenta contra el mensaje de esperanza contenido en la fiesta, aunque no por ello llegue a ocultarlo. Es una disyuntiva que cada año se plantea al cristiano: cómo librarse del matraqueo publicitario que busca hacer de la Navidad una fiesta de consumo, cuando hay tantos compatriotas “con su pobreza a cuestas”, para decirlo en palabras de fray Bartolomé de las Casas.

¿Cómo restituir a la Navidad, en los tiempos que corren, su auténtico espíritu? Acaso recordando, como el mismo Gustavo Gutiérrez evocó un día en nuestras páginas, el sentido del regalo navideño. Regalarle a alguien es reiterar el comportamiento de Dios para con nosotros. Él nos regala a su Hijo, y nosotros regalamos algo para mostrarle la gratuidad de nuestro amor.Por eso, mucha de la real alegría de esta fiesta nos es aportada por el compartir, y al decir esto no pensamos en obsequios costosos sino en pequeñas cosas al alcance de cada uno y que exaltan ese don de dar.

Pero tampoco podemos engañarnos. Hace unos años, el mensaje de Gustavo nos lo recordaba: no bastan los líricos llamados al entendimiento entre los peruanos con motivo del clima navideño. El mensaje bíblico es neto al decirnos que no hay auténtica paz, ni verdadera reconciliación, sin un firme propósito de construirlas. La lucidez, en medio de las sombras que amenazan una frágil e incipiente convivencia democrática, se impone para impedir que los pobres sigan siendo los postergados de siempre.

Es en nombre de esa sociedad fraterna que debemos construir y cuyas semillas son posibles de encontrar en el desinteresado esfuerzo de tantos hombres y mujeres que no se resignan ante la pobreza, que podemos desear a nuestros lectores una Navidad de amor y esperanza. Trabajemos todos para hacerlos posibles en este Perú hirviente y en transición que nos ha tocado vivir

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